LA MAGIA DEL SANTUARIO
La magia requiere de cierta sacralización; dicho de otro modo, de un templo o
espacio que separe lo puramente mundano o profano de lo que es sagrado, y todas
las culturas han establecido patrones para remarcar esas zonas limítrofes entre
la parte más embrutecida de aquella que no lo está tanto, por definición, un
santuario es un lugar especial, algunas culturas los han edificado bajo la
forma de templos como pirámides, catedrales, mezquitas, etcétera.
Otras
han preferido acotar sus espacios místicos y mágicos con piedras, megalitos o
sencillamente recluyéndolos a cuevas en cuyas paredes muchas veces pintaban
figuras o símbolos de sus deidades. Los druidas, no creían en la existencia de
templos artificiales y trabajaban en los bosques. De hecho, el claro del bosque
era su santuario y los troncos de sus árboles sagrados, como el roble, el tejo
o el avellano, las columnas que delimitaban las zonas sagradas de las profanas.
Pero
lo importante de un templo no suele estar solo en lo que se ve, sino en lo que
se percibe de él cuando uno está dentro, aunque también en lo que uno percibe
en su templo mental, del que hemos hablado en este libro.
El
templo físico nos sirve para disponer de un lugar íntimo que nos resulte cómodo
y práctico para entablar contacto con nuestros dioses o con las fuerzas mágicas
que queramos. En el caso de la magia que nos ocupa, el templo o santuario tiene
la misma función que en el caso de otros cultos, religiones o actos mágicos:
disponer de un punto emisor de nuestra energía vital y mágica para alcanzar
nuestros deseos.
En
tu caso tu magia es personal, intransferible y única, por tanto tu templo
también debe serlo. No temas, no te voy
a proponer que hagas reformas en casa ni que tires los muebles del salón para
que montes un altar allí donde ahora está el sofá.
Como
verás todo va a ser mucho más sencillo, aunque sí vas a trabajar un poco en
adecuar o tomar conciencia de un espacio singular desde el que trabajar tu
fuerza mágica y tu energía. Pero tu mente no es suficiente. Por supuesto que
primero piensas tus deseos y luego los «extraes» de la mente para verbalizarlos
o escribirlos en tu diario mágico, del que ya henos hablado, pero hay que ir
más allá, a lo físico.
Cuando
trabajes en magia, es decir, cuando pienses en tus deseos, cuando reflexiones
sobre cómo lograrlos, cuando ejecutes acciones mágicas como actos de agradecimiento,
escribir en tu diario… debes tener un lugar que te aporte privacidad, comodidad
y bienestar. Para empezar, ya tienes uno: La cama, puesto que cada día cuando
te acuestes, desde la cama (un mini santuario) viajarás al templo que hay en tu
mente para trabajar con tus ideas, sueños, etcétera. Pero la cama no es
suficiente. Debes encontrar un lugar en tu casa que te resulte especial. Desde
luego el templo puede ser la cocina, pero también el váter. Y no es broma, hay personas que utilizan el
baño como si fuera el centro de negocios o el parlamento de su micro país
personal.
No hace falta que siempre sea el mismo, pero la clave es que tengas privacidad, que te resulte cómodo, que te encuentres a gusto: Tu templo puede ser el sofá, la mesa de la cocina, tu mesa de trabajo o incluso puede estar en el exterior; la ventaja es que con nuestra magia no tendrás que hacer extrañas ceremonias ni vestirte con túnicas exóticas ni nada de eso.
Por
tanto, mientras puedas estar sentado tranquilamente y con tu diario mágico
cerca, es más que suficiente. Una vez tengas elegido el lugar desde el que
trabajarás, es muy importante que lo ajustes a tus necesidades de bienestar. La
energía mágica se compone de muchísimas partículas, pero la clave son las que
nos hacen sentir bien.
Si
nos perjudica emocionalmente el lugar desde el que estamos operando, las cosas
no irán bien. Insisto, debes disponer de un espacio que te dé seguridad. Tu
santuario debe tener una temperatura adecuada, una iluminación correcta, la que
tú quieras (no hace falta que esté todo a oscuras y lleno de velas como si
fuera la cueva de Merlín (el encantador), y un ambiente propicio.
En
el terreno de los ambientes hay algo que va muy bien: el uso de incienso. Sí,
ya sé que suena a esotérico, pero el incienso (o el ambientador doméstico que
más te guste) es de gran ayuda para canalizar las emociones.
Si
cuando respiras percibes una fragancia o aroma que te hace sentir bien, todo
irá mucho mejor. Y lo mismo es aplicable al oído. Es decir, si te gusta la
música, no tienes por qué prescindir de ella. La música nos relaja, nos ayuda a
encauzar las ideas, favorece la concentración y al mismo tiempo es capaz de
proporcionarnos creatividad y generar bienestar emocional. Es cierto, hay personas que no son capaces de
concentrarse con la música, pero si no es tu caso, recurre a ella.
Eso
sí, intenta que sean piezas musicales instrumentales, ya que la letra de una
canción te puede hacer divagar.
Bien,
ya casi lo tenemos. Disponemos de un lugar, una estancia de la casa o del
exterior, un ambiente agradable, una temperatura e iluminación correctas, quizá
música, un poco de incienso... ¡Ya tienes tu santuario! Ese es tu lugar de
poder, un poder mágico que sin darte cuenta irá creciendo conforme pasen los
días y tu energía interactúe contigo.
Ahora,
lo único que falta es que tomes conciencia de ello, que cuando acudas a ese
lugar (aunque sea el baño) y lo hagas para trabajar en tu magia, asumas que
estás en tu santuario, en tu zona de poder desde la que emitirás tus deseos y
tu magia. Por supuesto puedes elegir más de un templo; puedes tener uno en casa
(al margen de la cama), otro en el trabajo o en un jardín o parque público. Haz
lo que te haga sentir mejor, eres libre de trabajar tus fuerzas mágicas como
creas que más te conviene.
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